Al cabo de un tiempo de conducir a alta velocidad, percibirá a ésta como más baja de lo que realmente es. Esta percepción errónea es perfectamente detectable, por ejemplo, cuando alguien ha estado conduciendo durante una hora o más, por una vía rápida a 100 km/h y de pronto debe disminuir la velocidad para ingresar a una vía lenta o por disposición de las señales. Su primera sensación será que está casi parado. A esta distorsión perceptiva se la llama “Ceguera o acostumbramiento a la velocidad”.
El problema radica, en que al perderse la noción real, se pueden tomar decisiones erróneas que provocarán accidentes; así,
Por ejemplo, se tomará una curva cerrada a exceso de velocidad o se frenará tardíamente frente a un obstáculo en el camino. El único antídoto para este problema es procurar variar la velocidad de a ratos, en otras palabras sacar el pie del acelerador, y no dejar de mirar cada tanto el velocímetro, que rara vez se equivoca.
- Si la velocidad crece,
- Los accidentes crecen,
- Los muertos crecen
Investigaciones indican que una reducción general de la velocidad máxima en las rutas, de 10 km/h., reduciría:
- El número de accidentes en el 20 %
- El número de heridos en un 30 %
- El número de muertos en un 40 %
Por otra parte, las investigaciones han llegado a la conclusión que la posibilidad de morir, en un accidente de tránsito, se duplica por cada 16 km/h que se aumenta la velocidad después de los 80 km/h.
Carlos L. Ubaldi